PALAZUELOS DE LA SIERRA.
 LA VILLA DE LOS DOS ALCALDES
El valle de Palazuelos es una estrecha franja a lo largo del curso del río Seco, que recibe la contribución del arroyo Matanza, y que se interpone entre la  sierra del Mencilla  y las cumbres que separan Lara, siendo la línea natural que aparta ésta comarca de los rayanos Juarros.

Los orígenes de la Villa de Palazuelos hunden sus raíces allá por los finales del siglo IX y principios del X.

Derivación del latín “palatiolos”,  que es como  leemos el nombre el 1 de julio del 957 (cuando una dehesa de la villa es donada al monasterio de Cardeña), es diminutivo de Palacios; El apellido “de la Sierra” comienza a utilizarlo a partir del s. XIV, para distinguirse de otras villas  que traen el mismo nombre en las tierras de Burgos, aunque sabemos que incluso hubo épocas en los que usó el de “Lara” (Palaciolos de Lara).

 En el siglo X pertenecía a éste Alfoz, siendo varios los documentos que nos hablan de ella en siglos posteriores;  Por los cuáles sabemos qué el lugar perteneció a distintos señores, tales como María Fortúniz, ó María de Almenar, y que muchos de sus terrenos se reparten entre los  monasterios de Arlanza, el ya citado de Cardeña, el cercano de Santa María de Bujedo, ó el muy noble y real de las Huelgas.

Incluso tenemos noticias de que la nobleza local usó su nombre como distintivo, y así en 1258 “Roy  Gonçaluez de Palaiuelos” vendió las  casas y heredamientos que poseía en ella a éste último cenobio.

Ya en el siglo XVI Palazuelos de la Sierra estaba encuadrado en la “ jurisdicción  de Juarros y la Mata”, siendo el Conde de Castrojeriz, adelantado de Castilla, quien la divide creando así el antiguo” partido de la Mata”, y dándole la capitalidad,  con un privilegio de dos alcaldes.

En el siglo XVIII era una villa de abadengo de las Huelgas, en el partido de Castrojeriz y dentro del “Partido de Juarros”; y ya en el XIX adquiere la condición de municipio constitucional, contando con 142 habitantes, e integrándose en el “Partido de Burgos”, al cual aún pertenece.

Pascual Madoz, en su “Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar”, publicado entre 1845 y 1850, describe así a la Villa :

         “.... situado sobre una cuesta: su clima es frío, sus enfermedades más comunes son pulmonías y fiebres catarrales. Tiene 64 casas, la de ayuntamiento y cárcel, escuela de primeras letras frecuentada por 30  niños de ambos sexos; iglesia parroquial (san Bartolomé) servida por un cura que provee el diocesano en patrimoniales; una ermita dedicada también a San Bartolomé a dos tiros de piedra de la población, y dos fuentes de buenas aguas. Confina al norte Pineda de la Sierra, al éste Villamel de idm.; sur, Revilla del Campo, y oeste, Santa Cruz de Juarros. El terreno es de secano de buena y mediana calidad; por el corren las aguas de una arroyo que baja de la sierra de Pineda y las de otro que viene de la de Villamel. Hay arbolado de roble y matas bajas, y varias dehesas y prados. Además de los caminos o veredas que dirigen a los pueblos limítrofes, hay uno de herradura para Burgos en cuyo punto se recibe la correspondencia; productos: granos, legumbres y buenos pastos; cría ganado vacuno, lanar, cabrío y yeguar; caza de varios animales; y pesca de cangrejos y algunos peces. Industria:  un molino harinero de invierno. La población: 38 vecinos, 142 almas…”

 Por su término municipal pasaba una antigua vía romana llamada “la vía ancha”, que posteriormente fue utilizada por los trashumantes como cañada real.

Es una de las 3 villas de la denominada “solana del Mencilla”.

En su bien conservado caserío, orientado en una ligera pendiente hacia el oeste,  podemos encontrar números ejemplos de la denominada “casa de Lara”, de piedra fundamentalmente arenisca de cálidos colores marrones no muy oscuros, destacando el depurado corte de los sillares de encuadre de vanos y de los dinteles.

También llama la atención los “tejaroces” que en Palazuelos son  particularmente grandes dado lo abundante de las precipitaciones de la comarca.

Los edificios más antiguos poseen  una sola planta pero la mayoría de ellos  son de dos e incluso de tres. En su interior ser reparten las distintas estancias, reservando la baja para los animales (cuadras, cortes… etc.); en la segunda encontramos la vivienda propiamente dicha donde incluso se reserva un espacio para almacenar el grano: “la troje”. Destacamos la cocina serrana, lugar de convivencia, de planta cuadrada o cuadrangular en la que se inscribe un octógono que sirve de apeo a la chimenea  de campana de base circular. El hogar, donde se hace el fuego, puede estar o en el centro del espacio o pegado a la pared y sobre el que cae el “llar”,  del cual pende la cadena donde sujetar los recipientes. En los muros o rodeando el fuego, encontramos bancos de alto respaldo e incluso una mesa plegable. La chimenea tradicional es de encestado con palos verticales y un cuidado entramado de mimbres forrados de arcilla. Por el exterior se recubre de tejas imbricadas.